La inflación está constantemente en las noticias. Esto se debe al aumento de los precios del petróleo, la guerra en Ucrania y la pandemia que sigue afectando a la cadena de suministro.
Un sector de actividad parece haberse librado de esta subida de precios: el de CBD, cuyo precio no deja de bajar.
Aunque el coste de los materiales para el cultivo del cáñamo ha aumentado considerablemente, la feroz competencia hace que el consumidor se beneficie de precios más bajos cada día.
Al principio de la pandemia, había más demanda que oferta y no había suficiente CBD para satisfacer el apetito de los consumidores. Ahora ocurre lo contrario, ya que la oferta supera con creces la demanda.
Demasiados CBD en el mercado
La competencia entre las tiendas de CBD nunca ha sido tan dura. La razón: la abundancia de CBD en el mercado.
Cualquier empresa que quiera subir el precio de su CBD está condenada a una muerte segura. Los consumidores de CBD están hoy en una posición fuerte porque tienen muchas opciones y subir los precios es un juego peligroso. Por eso el precio de CBD no deja de bajar.
Los productores sienten la presión
A medida que aumenta el precio de los materiales para el cultivo del cáñamo, el rendimiento de los productores por sus cosechas sigue disminuyendo. Una vez más, la abundancia de CBD en el mercado crea una fuerte competencia entre los productores, que se ven obligados a bajar sus precios al tiempo que incurren en costes adicionales.
La guerra en Ucrania también afecta a la industria de CBD, ya que Ucrania y Rusia exportan el 28% de los fertilizantes del mundo (los que contienen nitrógeno, fósforo y potasio). Las interrupciones del comercio y las sanciones económicas relacionadas con la guerra han reducido considerablemente estas exportaciones y el precio del fertilizante se ha duplicado.
¿Qué pasará con el mercado CBD ?
Aunque los precios de venta al público en las tiendas de CBD parecen estabilizarse por el momento en torno a los 6-7 euros por gramo, el poder adquisitivo de los consumidores está disminuyendo, ya que una mayor parte de su presupuesto se lo comen la gasolina, los alimentos y otros bienes cuyo coste ha aumentado debido a la inflación.
A menos que los productores consigan aumentar sus precios de forma colectiva, algunos corren el riesgo de ser expulsados del negocio por otros que todavía pueden permitirse vender al por mayor a precios bajos.